Hoy me he cruzado por la calle con L. Yo lo he mirado y él me ha mirado. Los dos íbamos acompañados, así que hemos tenido que disimular, pero en sus ojos había una luz sucia, cómplice y juguetona. Supongo que en los míos también. Nos conocimos hace un par de meses en el chat de chueca, quedamos a los pocos días y al principio, nada más verlo, me desilusioné: veintimuchos, muy delgado. Demasiado delgado. Lo recogí con mi coche y nos fuimos a un descampado. Allí me enseñó sus habilidades, que no eran pocas. Su manera de follar era entregada, hábil y muy placentera. Su manera de meterla hasta el fondo y de buscar el placer del otro al mismo tiempo indica que no era egoísta. Fue alucinante. Mientras recuperábamos el aliento, en el asiento trasero de mi coche, me contó que tenía novio lejos. Yo le dije que también. Qué malos son los kilómetros, me dijo. Yo asentí. "Qué mala es la castidad impuesta", pensé.

1 Comments:
Muy buena la agilidad de tu prosa,la descripción de un encuentro que lo efímero alcanza, como culminación, lo trascendente y evocador de la presencia de las ausencias...
Post a Comment
<< Home