Monday, March 27, 2006

He acabado de leerme El cuerpo de Jonah Boyd, la última novela de David Leavitt. Aunque el título sugiere carnaza (gay, en el caso de este autor, que ha hecho de la causa gay uno de sus motivos temáticos fundamentales), la realidad es la opuesta. Se trata de la novela más casta de su autor, y la primera en que no aparece ningún personaje abiertamente gay. Me ha gustado esa elegancia verbal, ese aprecio por el detalle significativo, la estupenda insinuación que de siempre lo ha caracterizado. Creo que, junto a El lenguaje perdido de las grúas y Junto al pianista, ésta es su mejor novela. No meto en el saco los libros de relatos. Es curioso cómo se está adentrando Leavitt en historias que tratan sobre el arte -ya sea la escritura o la música-, sobre gente que aspira a la genialidad o al éxito artísticos y que se queda en una pura y frustrante mediocridad. Recuerdo ahora algún relato de El edredón de marmol y todo el argumento de Junto al pianista. Hay quien dice que cuando el lenguaje se convierte en metalenguaje es porque el rumbo está perdido. No sé si será así en el caso de Leavitt, pero desde luego sigue siendo un gustazo leerlo . Sobre todo después de lo último de Álvaro Pombo, que fue sonrojante, y no por el pretendido morbo, sino por la simplicidad completa de la historia y de sus ambiciones filosóficas. ¿Cómo puede gastarse dinero una editorial en publicar novelas tan malas?

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