Sigo pensando en cuál ha de ser la línea general de mi blog, el tono del conjunto, esa cosilla reconocible. Me gustaría encontrar un tono a medio camino entre el comentario desenfadado, irónico y sano, la confidencialidad, el lirismo y la crónica sincera, pero ese tono, si existe, yo no voy a saber alcanzarlo. No llego a tanto. Así que confío en que Dirty Three me ayude. Acabo de ponerlos en el Winamp y su música entre atmosférica, suave y lánguida llena la habitación. Una habitación donde se acumulan mis recopilaciones musicales, folios sueltos del instituto, fotografías antiguas y libros y revistas de cine.
Ayer entré en un blog de alguien que mostraba fotografías de Las Fallas. Me gustaron mucho, sobre todo las fotografías desoladas del amanecer de un día de fiesta. De allí llegué a la página de un fotógrafo de Alaska -creo- y pasé un buen rato fascinado mirando por sus ojos. Me entraron ganas de retomar mi afición, y esta mañana hasta he pedido a Inma que me pase el Photoshop (¿se escribe así?). Y desde que me he levantado, he estado mirando estos cielos atormentados con ojo de fotógrafo. Paco presume de buen fotógrafo y siempre -para destacar él en sus propios campos- me indica lo mal fotógrafo que soy. Yo me callo, porque sé a qué se deben esos comentarios: su complejo de inferioridad frente a mí. Siente que yo sé más que él de literatura, de música, de cine... Por eso subraya siempre que puede mi torpeza fotográfica: no es fácil vivir con el convencimiento que tu pareja sirve para muchas cosas y tú para nada. Que él lo sabe todo y tú apenas nada.
Por la noche, después de ver Un ladrón en la alcoba, de Lubitsch (con la que disfruté horrores: me dejó boquiabierto el cinismo, la amoralidad profunda de una película tan antigua), estuve ligando por el chat. He quedado para hoy a las ocho con un maromo de 28 años. De cuerpo, impresionante. La polla, brutal. A ver qué pasa.
Ayer entré en un blog de alguien que mostraba fotografías de Las Fallas. Me gustaron mucho, sobre todo las fotografías desoladas del amanecer de un día de fiesta. De allí llegué a la página de un fotógrafo de Alaska -creo- y pasé un buen rato fascinado mirando por sus ojos. Me entraron ganas de retomar mi afición, y esta mañana hasta he pedido a Inma que me pase el Photoshop (¿se escribe así?). Y desde que me he levantado, he estado mirando estos cielos atormentados con ojo de fotógrafo. Paco presume de buen fotógrafo y siempre -para destacar él en sus propios campos- me indica lo mal fotógrafo que soy. Yo me callo, porque sé a qué se deben esos comentarios: su complejo de inferioridad frente a mí. Siente que yo sé más que él de literatura, de música, de cine... Por eso subraya siempre que puede mi torpeza fotográfica: no es fácil vivir con el convencimiento que tu pareja sirve para muchas cosas y tú para nada. Que él lo sabe todo y tú apenas nada.
Por la noche, después de ver Un ladrón en la alcoba, de Lubitsch (con la que disfruté horrores: me dejó boquiabierto el cinismo, la amoralidad profunda de una película tan antigua), estuve ligando por el chat. He quedado para hoy a las ocho con un maromo de 28 años. De cuerpo, impresionante. La polla, brutal. A ver qué pasa.

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