Tuesday, March 28, 2006

Es curioso cómo acabamos interpretando un papel que no elegimos. Y si les contamos a los demás quiénes somos de verdad, nadie nos creerá. Creerán que estamos de broma, o actuando. Por ejemplo: a mí me tienen todos por reflexivo, por tío romántico, fiel hasta la extenuación, por poco sexual o poco morboso. Cuando digo a diestra y siniestra, a quien me quiera oír, que jamás en mi vida he reflexionado sobre nada, que lo que yo hago es imaginar, todos esbozan una sonrisa. ¿Me ven como un Kant que juega a ser frívolo, a no haber pensado la Crítica de la razón pura? Y lo repito, lo afirmo con la mirada seria, pero no sirve de nada. Nadie me librará del castigo de ser el tío sensible, atormentadamente callado, reflexivo, cultísimo, que los demás quieren ver en mí a toda costa. No sé por qué se empeñan en verme así. ¿Qué ganan con eso?
Si me vieran follar con otros por ahí se quedarían en el sitio. Si supieran los juegos que me gustan, las cosas que sé hacer con una polla ajena ¿lo creerían? ¿O se convencerían de que no lo han visto con sus ojos, o de que en realidad era una interpretación que tenía la única finalidad de escandalizarlos, y, por tanto, nada real?
Somos presos de lo que pensamos. De los otros, de lo otro.

Monday, March 27, 2006

He acabado de leerme El cuerpo de Jonah Boyd, la última novela de David Leavitt. Aunque el título sugiere carnaza (gay, en el caso de este autor, que ha hecho de la causa gay uno de sus motivos temáticos fundamentales), la realidad es la opuesta. Se trata de la novela más casta de su autor, y la primera en que no aparece ningún personaje abiertamente gay. Me ha gustado esa elegancia verbal, ese aprecio por el detalle significativo, la estupenda insinuación que de siempre lo ha caracterizado. Creo que, junto a El lenguaje perdido de las grúas y Junto al pianista, ésta es su mejor novela. No meto en el saco los libros de relatos. Es curioso cómo se está adentrando Leavitt en historias que tratan sobre el arte -ya sea la escritura o la música-, sobre gente que aspira a la genialidad o al éxito artísticos y que se queda en una pura y frustrante mediocridad. Recuerdo ahora algún relato de El edredón de marmol y todo el argumento de Junto al pianista. Hay quien dice que cuando el lenguaje se convierte en metalenguaje es porque el rumbo está perdido. No sé si será así en el caso de Leavitt, pero desde luego sigue siendo un gustazo leerlo . Sobre todo después de lo último de Álvaro Pombo, que fue sonrojante, y no por el pretendido morbo, sino por la simplicidad completa de la historia y de sus ambiciones filosóficas. ¿Cómo puede gastarse dinero una editorial en publicar novelas tan malas?

Sunday, March 26, 2006

El domingo por la tarde lo concibo en mis cuarteles de invierno, mirando la tele, escuchando algún disco, leyendo y, sobre todo, hablando por teléfono. Con familiares, con amigos lejanos o de la misma ciudad. La luz de la tarde se va perdiendo, va cambiando hasta convertirse en noche cerrada, y el auricular sigue en mi oreja. Ésa es mi tarde ideal de domingo: refugiado contra la inclemencia, lejos de las parejas que se refugian en los cines, de los irracionales que gritan en los estadios. Esas tardes el mundo está bien hecho, aunque tiene un defecto, un solo defecto: el lunes está demasiado cerca.
He visto ya la cuarta temporada de
A dos metros bajo tierra y creo que no hay una serie igual en la historia de la televisión. Hay toda una mirada sobre el mundo, una manera compasiva, irónica, tierna y melancólica de mirar al ser humano y sus afanes, sus pobres afanes. Y, por una vez, no hay mojigaterías. Las relaciones gays no están miradas con corrección política, igual que el aborto, la eutanasia, los hippies, los psiquiatras. Tiene uno la sensación de que los adolescentes se van a ver reflejados de una forma real, lejos de miradas estereotipadas, igual que los negros, los gays, los tímidos, los freakies. Y es una serie hermosamente adulta, hecha para gente a la que se presupone inteligente... ¡Qué alegría que, por una vez, no nos traten como a fronterizos!
Cuando pienso que al final de la quinta temporada ya no habrá más, que será el adiós definitivo, me da mucha pena. Llevo años sientiendo a Claire, David, Nate, Ruth, Keith, Brenda y Lisa como parte de mi familia, presencias benignas, civilizadas, cercanas, contradictorias y profundamente humanas. Definitivamente, hay más transgresión en esta serie que en todo el cine indie. Resulta irónico que el producto audiovisual más innovador y valiente venga de la mojigata Norteamérica y de la denostada televisión...

Thursday, March 23, 2006

He estado pensando si hago bien en introducir comentarios sobre mi vida sexual. Lo que me saldría de dentro sería lo habitual: callarlos, no hablar de esa parcela, mantener esa información para mí solo. Pero entonces este blog no sería como lo ideé en un principio. Voy a decir aquí todo lo que no digo a la gente que me rodea, esa información sucia que todo el mundo se calla. Conclusión: no conocemos a quienes nos rodean. O por lo menos, no completamente.
A lo que iba. Quedé con el maromo, y resultó ser mallorquín. Trabaja en la hostelería, en un pueblo de por aquí. Primero nos metimos en la ducha -no sé por qué atribuyo a la gente de su edad una cierta falta de higiene- y estuvo bien. Buena polla, espaldas anchas, culo pequeño. Luego echamos un buen polvo, breve pero satisfactorio.
Mi calentura continúa. Paco y yo no follamos desde el día 28 de enero, ya va para tres meses, y creo que lo nuestro está haciendo aguas. Lleva haciendo aguas mucho tiempo, pero a mí ya se me ha acabado la paciencia. No dudo de que me tenga cariño, que me quiera mucho, pero esta falta de deseo por su parte me revela muchas más cosas que no tienen que ver con lo sexual: una profunda incapacidad para ponerse en mi lugar, y, por tanto, un enorme egoísmo. Ya lo hemos hablado, y él sabe cómo me afecta todo esto, cómo sufro. Y, hasta ahora, aparte de callar (como si con el silencio se solucionasen los problemas), no ha hecho nada.
Así que, mientras ese egoísmo sexual tan feroz continúe, no pienso privarme de sexo con terceros. Quién me iba a decir a mí, el adalid de la fidelidad, que me encontraría en esta situación.
Cambiando de tema: ¡alucino con esta racha que Almodóvar está teniendo conmigo! Después de los mil bodrios huecos, manieristas y falsos que Almodóvar me había deparado, va y dirige otra película que no es que me haya gustado... ¡es que me ha encantado! Me parece una película sincera, emocionada, cuyas virtudes van mucho más allá del retruécano del argumento, que, por otra parte, no deja de ser ingenioso. Y todo esto después de la maravilla anterior, La mala educación, que me convenció de que una varita mágica ha tocado con su gracia al manchego. Igual es el espíritu de su madre, desde el cielo.

Tuesday, March 21, 2006

Sigo pensando en cuál ha de ser la línea general de mi blog, el tono del conjunto, esa cosilla reconocible. Me gustaría encontrar un tono a medio camino entre el comentario desenfadado, irónico y sano, la confidencialidad, el lirismo y la crónica sincera, pero ese tono, si existe, yo no voy a saber alcanzarlo. No llego a tanto. Así que confío en que Dirty Three me ayude. Acabo de ponerlos en el Winamp y su música entre atmosférica, suave y lánguida llena la habitación. Una habitación donde se acumulan mis recopilaciones musicales, folios sueltos del instituto, fotografías antiguas y libros y revistas de cine.
Ayer entré en un blog de alguien que mostraba fotografías de Las Fallas. Me gustaron mucho, sobre todo las fotografías desoladas del amanecer de un día de fiesta. De allí llegué a la página de un fotógrafo de Alaska -creo- y pasé un buen rato fascinado mirando por sus ojos. Me entraron ganas de retomar mi afición, y esta mañana hasta he pedido a Inma que me pase el Photoshop (¿se escribe así?). Y desde que me he levantado, he estado mirando estos cielos atormentados con ojo de fotógrafo. Paco presume de buen fotógrafo y siempre -para destacar él en sus propios campos- me indica lo mal fotógrafo que soy. Yo me callo, porque sé a qué se deben esos comentarios: su complejo de inferioridad frente a mí. Siente que yo sé más que él de literatura, de música, de cine... Por eso subraya siempre que puede mi torpeza fotográfica: no es fácil vivir con el convencimiento que tu pareja sirve para muchas cosas y tú para nada. Que él lo sabe todo y tú apenas nada.

Por la noche, después de ver Un ladrón en la alcoba, de Lubitsch (con la que disfruté horrores: me dejó boquiabierto el cinismo, la amoralidad profunda de una película tan antigua), estuve ligando por el chat. He quedado para hoy a las ocho con un maromo de 28 años. De cuerpo, impresionante. La polla, brutal. A ver qué pasa.

Monday, March 20, 2006

Las mejores ideas se me ocurren en el baño, como siempre. Me he acordado de El último tango en París, de aquel soberbio Paul que se limitaba a follar con María Scheider, a huir de la sordidez mineral de su vida entre las cuatro paredes ocres de aquel piso parisino. Y en el acto se me ha ocurrido la idea: hacer que este blog sea mi apartamento secreto, el sitio donde digo todo aquello que pienso y siento, todo aquello que oculto a cuantos me conocen. Descarnadamente, sin sentimentalismos decorativos, sin el chantaje de intentar agradar. ¿A quién debería agradar por aquí? A nadie. Igual que a nadie interesa mi opinión sobre películas, músicas o libros, mis tres enfermedades particulares. Qué dulce, escribir para nadie y para todos...
Luego caigo en la cuenta de que, para mayor anonimato, debería cambiar los nombres de mi novio, de mis amigos, de mi familia. Abro la página de blogger.com, elijo una buena música (he elegido el último disco de Marisa Monte, Universo ao meu redor) y poso mis dedos sobre las teclas. Estoy seguro de que será un buen comienzo, de que no será -una vez más- una de esas empresas que el aburrimiento me hace acometer y luego abandonar. Ya estamos aquí. Me pondré cómodo, porque presiento que será un largo viaje.