Vuelvo. Después de mucho tiempo, vuelvo. Con ganas de contar, de explicar, de confesar, de dejar dicho. Llevo toda la mañana trabajando, toda la tarde trabajando, y ahora me doy el relax. Preparaos, que aquí llego.
Monday, May 17, 2010
Tuesday, May 02, 2006
Qué bien llegar a casa del puente, dejar el equipaje, visitar el baño -por fin- y quitarse la careta. La careta del amigo estupendo, de la persona razonable que fingimos ser ante los otros. Si supieran lo frío, lo egoísta, lo mal pensado que soy de cabeza para adentro, se quedarían de una pieza. ¿Querrían seguir siendo amigos de esta persona implacable, sin sentimientos, inconmovible, destructiva? No, claro. Quieren ser amigos a toda costa de esa especie de parque temático de buenos sentimientos y posturas razonables, sentimentales y tópicas que llevo creando desde los dieciocho. Una prueba más de que las mentiras tienen mucho más éxito que la verdad.
Sunday, April 16, 2006
Hoy he estado follando en el Charco La Pava. Había muchos tíos merodeando, intentando comer -o dar de comer- carne. Y yo he comido. Y de la buena. Primero con un tío alto. Nos hemos metido en el follaje -nunca mejor dicho- y allí se la he comido primero y luego me he dado la vuelta y me ha follado. Hubo un momento, al principio, en que sentí que me hacía algo de daño. Se lo dije, y él me respondió ¿No querías polla, maricón? Pues a aguantarte. ¡Toma! Y embestió hasta el fondo. Eso me ha dado morbo. Los modales rudos me excitan. Nunca he probado una relación de dominación, pero me atrae ser el sumiso de un amo bien morboso. El tío alto acabó, se enfundó el rabo en unos calzoncillos bastante horteras y se largó. Yo, de vuelta hacia el coche, me tropecé con dos tíos en plena acción. Uno se follaba al otro, y buscaban un tercero. Me acerqué: es una fantasía que me viene de las pelis porno. El follado me comió el rabo mientras le daban bien. Luego el follador empezó a cogerme el culo y a meterme los dedos dentro. Así me corrí.
Y todo esto mientras Jesucristo ascendía a los cielos del fervor popular. Desde un coche cercano se oía música de Semana Santa. Esa idea me gustó: hundirme en una espiral de sexo y morbo justo en la ciudad más beata y en el momento más místico: la resurrección.
Y todo esto mientras Jesucristo ascendía a los cielos del fervor popular. Desde un coche cercano se oía música de Semana Santa. Esa idea me gustó: hundirme en una espiral de sexo y morbo justo en la ciudad más beata y en el momento más místico: la resurrección.
Sunday, April 02, 2006
Hoy me he cruzado por la calle con L. Yo lo he mirado y él me ha mirado. Los dos íbamos acompañados, así que hemos tenido que disimular, pero en sus ojos había una luz sucia, cómplice y juguetona. Supongo que en los míos también. Nos conocimos hace un par de meses en el chat de chueca, quedamos a los pocos días y al principio, nada más verlo, me desilusioné: veintimuchos, muy delgado. Demasiado delgado. Lo recogí con mi coche y nos fuimos a un descampado. Allí me enseñó sus habilidades, que no eran pocas. Su manera de follar era entregada, hábil y muy placentera. Su manera de meterla hasta el fondo y de buscar el placer del otro al mismo tiempo indica que no era egoísta. Fue alucinante. Mientras recuperábamos el aliento, en el asiento trasero de mi coche, me contó que tenía novio lejos. Yo le dije que también. Qué malos son los kilómetros, me dijo. Yo asentí. "Qué mala es la castidad impuesta", pensé.
Tuesday, March 28, 2006
Es curioso cómo acabamos interpretando un papel que no elegimos. Y si les contamos a los demás quiénes somos de verdad, nadie nos creerá. Creerán que estamos de broma, o actuando. Por ejemplo: a mí me tienen todos por reflexivo, por tío romántico, fiel hasta la extenuación, por poco sexual o poco morboso. Cuando digo a diestra y siniestra, a quien me quiera oír, que jamás en mi vida he reflexionado sobre nada, que lo que yo hago es imaginar, todos esbozan una sonrisa. ¿Me ven como un Kant que juega a ser frívolo, a no haber pensado la Crítica de la razón pura? Y lo repito, lo afirmo con la mirada seria, pero no sirve de nada. Nadie me librará del castigo de ser el tío sensible, atormentadamente callado, reflexivo, cultísimo, que los demás quieren ver en mí a toda costa. No sé por qué se empeñan en verme así. ¿Qué ganan con eso?
Si me vieran follar con otros por ahí se quedarían en el sitio. Si supieran los juegos que me gustan, las cosas que sé hacer con una polla ajena ¿lo creerían? ¿O se convencerían de que no lo han visto con sus ojos, o de que en realidad era una interpretación que tenía la única finalidad de escandalizarlos, y, por tanto, nada real?
Somos presos de lo que pensamos. De los otros, de lo otro.
Si me vieran follar con otros por ahí se quedarían en el sitio. Si supieran los juegos que me gustan, las cosas que sé hacer con una polla ajena ¿lo creerían? ¿O se convencerían de que no lo han visto con sus ojos, o de que en realidad era una interpretación que tenía la única finalidad de escandalizarlos, y, por tanto, nada real?
Somos presos de lo que pensamos. De los otros, de lo otro.
Monday, March 27, 2006
He acabado de leerme El cuerpo de Jonah Boyd, la última novela de David Leavitt. Aunque el título sugiere carnaza (gay, en el caso de este autor, que ha hecho de la causa gay uno de sus motivos temáticos fundamentales), la realidad es la opuesta. Se trata de la novela más casta de su autor, y la primera en que no aparece ningún personaje abiertamente gay. Me ha gustado esa elegancia verbal, ese aprecio por el detalle significativo, la estupenda insinuación que de siempre lo ha caracterizado. Creo que, junto a El lenguaje perdido de las grúas y Junto al pianista, ésta es su mejor novela. No meto en el saco los libros de relatos. Es curioso cómo se está adentrando Leavitt en historias que tratan sobre el arte -ya sea la escritura o la música-, sobre gente que aspira a la genialidad o al éxito artísticos y que se queda en una pura y frustrante mediocridad. Recuerdo ahora algún relato de El edredón de marmol y todo el argumento de Junto al pianista. Hay quien dice que cuando el lenguaje se convierte en metalenguaje es porque el rumbo está perdido. No sé si será así en el caso de Leavitt, pero desde luego sigue siendo un gustazo leerlo . Sobre todo después de lo último de Álvaro Pombo, que fue sonrojante, y no por el pretendido morbo, sino por la simplicidad completa de la historia y de sus ambiciones filosóficas. ¿Cómo puede gastarse dinero una editorial en publicar novelas tan malas?
Sunday, March 26, 2006
El domingo por la tarde lo concibo en mis cuarteles de invierno, mirando la tele, escuchando algún disco, leyendo y, sobre todo, hablando por teléfono. Con familiares, con amigos lejanos o de la misma ciudad. La luz de la tarde se va perdiendo, va cambiando hasta convertirse en noche cerrada, y el auricular sigue en mi oreja. Ésa es mi tarde ideal de domingo: refugiado contra la inclemencia, lejos de las parejas que se refugian en los cines, de los irracionales que gritan en los estadios. Esas tardes el mundo está bien hecho, aunque tiene un defecto, un solo defecto: el lunes está demasiado cerca.
He visto ya la cuarta temporada de A dos metros bajo tierra y creo que no hay una serie igual en la historia de la televisión. Hay toda una mirada sobre el mundo, una manera compasiva, irónica, tierna y melancólica de mirar al ser humano y sus afanes, sus pobres afanes. Y, por una vez, no hay mojigaterías. Las relaciones gays no están miradas con corrección política, igual que el aborto, la eutanasia, los hippies, los psiquiatras. Tiene uno la sensación de que los adolescentes se van a ver reflejados de una forma real, lejos de miradas estereotipadas, igual que los negros, los gays, los tímidos, los freakies. Y es una serie hermosamente adulta, hecha para gente a la que se presupone inteligente... ¡Qué alegría que, por una vez, no nos traten como a fronterizos!
Cuando pienso que al final de la quinta temporada ya no habrá más, que será el adiós definitivo, me da mucha pena. Llevo años sientiendo a Claire, David, Nate, Ruth, Keith, Brenda y Lisa como parte de mi familia, presencias benignas, civilizadas, cercanas, contradictorias y profundamente humanas. Definitivamente, hay más transgresión en esta serie que en todo el cine indie. Resulta irónico que el producto audiovisual más innovador y valiente venga de la mojigata Norteamérica y de la denostada televisión...
He visto ya la cuarta temporada de A dos metros bajo tierra y creo que no hay una serie igual en la historia de la televisión. Hay toda una mirada sobre el mundo, una manera compasiva, irónica, tierna y melancólica de mirar al ser humano y sus afanes, sus pobres afanes. Y, por una vez, no hay mojigaterías. Las relaciones gays no están miradas con corrección política, igual que el aborto, la eutanasia, los hippies, los psiquiatras. Tiene uno la sensación de que los adolescentes se van a ver reflejados de una forma real, lejos de miradas estereotipadas, igual que los negros, los gays, los tímidos, los freakies. Y es una serie hermosamente adulta, hecha para gente a la que se presupone inteligente... ¡Qué alegría que, por una vez, no nos traten como a fronterizos!
Cuando pienso que al final de la quinta temporada ya no habrá más, que será el adiós definitivo, me da mucha pena. Llevo años sientiendo a Claire, David, Nate, Ruth, Keith, Brenda y Lisa como parte de mi familia, presencias benignas, civilizadas, cercanas, contradictorias y profundamente humanas. Definitivamente, hay más transgresión en esta serie que en todo el cine indie. Resulta irónico que el producto audiovisual más innovador y valiente venga de la mojigata Norteamérica y de la denostada televisión...
